DISCURSO DEPORTIVO

Por Robert Lozano Vergés

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Un cuento de tristeza

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«Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso».

Bill Shankly, leyenda delLiverpool, dixit. Arquetípico retrato robot del genio excesivo y procaz, las palabras del manager de los Reds rechinaban tanto como fascinaban. Old school. 

 El fútbol: una estupidez enfermiza para muchos, un cordón vital para otros. Cuestión de empatías. El gol de Iniesta en Stamford Bridge provocó, nueve meses después, un incremento de la natalidad, y el descenso de algunos equipos de fútbol ha sido el detonante de suicidios y batallas campales. El fútbol ha motivado manifestaciones y guerras y ha inyectado felicidad transitoria a países enteros.

Este deporte tiene el poder de transformar a personas serias en auténticos energúmenos y hacer llorar como plañideras desconsoladas a hombretones hechos y derechos. Pero también une a las personas y estrecha los vínculos familiares. El fútbol, entendido como un sentimiento capaz de despertar la más alta y la más baja de las pasiones, es uno de los elementos más poderosos de la sociedad contemporánea.

Añadan la crisis a este cóctel. El momento actual. La desesperación, la tristeza, el pesimismo, el disgusto. Y el sábado en el Camp Nou. Un tipo con una vida común, con problemas comunes de los días de hoy. Sentado en la gradería, con la mirada perdida y las gafas empañadas. El cielo se está cebando con él. La lluvia lo moja como a un pato y los mechones rizados emplastados le caen sobre la frente. Y su equipo pierde. Su Barça, esa ensoñación que lo separa 90 minutos de la vida real, muere en la orilla ante el rival que provoca más daño. Una punzada dolorosa en el espinazo. Una dosis más a un bote colmado de tristeza. Rebosa. Shit happens.

 Sólo entonces recuerda las palabras de Atticus Finch:

 “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”. 

Written by @robertlozano_

23 abril, 2012 at 11:44 AM

Los Ángeles del Infierno. Una extraña y terrible saga

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SEGUNDA PARTE

“Hay mamás en todas las reuniones de los Ángeles, grandes o pequeñas. Viajan como parte del grupo, entendiendo perfectamente lo que se espera de ellas: disponibilidad en cualquier momento, para cualquier Ángel, amigo o invitado favorecido, individualmente o de otra forma. Hay algunas que llevan años, pero este tipo de actividad exige una tolerancia casi preterhumana de abusos y humillaciones. El término mamá es todo lo que queda de la expresión original hagamos mamá a alguien”.

Los Ángeles ejercían una inconcebible atracción en ciertas mujeres, que pasaban a formar parte de su harén particular. Su aroma de mezquina seducción también despertaba la curiosidad de una parte importante de snobs y, a finales de 1965, explica Thompson, los Ángeles se habían convertido en un factor con el que había que contar en la vida política, social e intelectual del norte de California.

“Los forajidos estaban muy de moda. Eran grandes, sucios y emocionantes, a diferencia de los Beatles, que eran pequeños, limpios y demasiado populares para estar de moda.”

Unidos por el LSD
Durante esa época fueron invitados a las fiestas de la Jet Set y entablaron una curiosa amistad con los liberal-radical-intelectuales de Berkeley. Es decir, beatnics marxistas y pacifistas adoradores del ponche de ácido lisérgico (LSD) compartiendo juergas con tipos que lucían simbología nacional socialista, adictos a la marihuana y que habían ofrecido sus servicios al presidente Lyndon B. Johnson para alistarse en el ejército… Los Ángeles y los “Alegres Bromistas” de Kesey (Alguien voló sobre el nido del cuco) congeniaron durante un tiempo por su mutuo entusiasmo por las bacanales. Eso fue hasta que un día los Ángeles irrumpieron en una manifestación contra la guerra de Vietnam y atizaron a unos cuantos pacifistas. Sus vínculos terminaron ese día pero, con el LSD, los Ángeles adquirieron un nuevo vicio. El autor plasma a la perfección las diferencias entre ambos bandos:

«Los Ángeles no se masturbaban, violaban. No venían con teorías, canciones y citas, sino con ruido y músculos y puros cojones”.

¿Qué fue de los Ángeles?

“Los medios insisten en retratarlos como una especie de rareza aislada, un fenómeno temporal que se extinguirá pronto, una vez que ha llamado la atención de la policía”.

Se acababan los sesenta y Thompson advertía que los forajidos representaban a un fenómeno que recién empezaba y que se alargaría en el tiempo:

«Los Ángeles son prototipos. Su falta de cultura y de educación no sólo les ha hecho completamente inútiles en una economía muy tecnificada, sino que les ha proporcionado, además, el ocio necesario para cultivar un vigoroso resentimiento, y para traducirlo en un culto destructivo”.

Hoy en día los Ángeles del Infierno siguen existiendo. Al menos lo hacen sus chalecos, cuya calavera alada sigue infundiendo temor y respeto. Sin el romanticismo de antaño, la mayoría de ellos son vinculados al tráfico de drogas y de armas y cuentan con numerosas filiales europeas, incluida una en Barcelona. Periódicamente, los diarios recogen operaciones y detenciones de estos individuos (ver enlace). No obstante, como dijo Homer Simpson: “los sesenta murieron el día en que vendí mi furgoneta: el 31 de diciembre de 1969”. El espíritu originario de los Ángeles terminó también, más o menos, por esas fechas.

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/04/21/espana/1240298455.html

Written by @robertlozano_

31 marzo, 2010 at 7:02 AM

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Los Ángeles del Infierno. Una extraña y terrible saga

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PRIMERA PARTE
 
«Una chica guapa de unos veinticinco tumbada en el suelo de madera. Dos o tres encima de ella continuamente, uno arrodillado entre las piernas, otro sentado en la cara y otro cogiéndole los pies; dientes, lenguas, vello púbico, luz difusa en un cobertizo de madera, sudor y semen brillándole en los muslos y vientre, vestido rojo y blanco enrollado al pecho, gente por allí de pie chillando, sin pantalones, esperando para la primera, la segunda o la tercera ronda, la chica moviéndose, gimiendo, sin luchar, manteniéndose firme, parece borracha, incoherente, sin saber muy bien, ahogándose…»

 
Escenas como estas escandalizaron a la sociedad estadounidense de mediados de los sesenta. En plena guerra fría, enzarzada en la caza de brujas y obsesionada con Vietnam, tenía que hacer frente, además, a tipos vestidos con botas, barbas, chalecos y extraños adornos en los genitales procedentes de California. Una suerte de bárbaros anacrónicos. Idóneos para el siglo III aC pero incongruentes en el albor de los hippies. A falta de tridentes y corceles, empuñaban cadenas y montaban “cerdos rebanados” (Harleys 74 modificadas). De la noche a la mañana, su nombre se propagó como una plaga hasta convertirlos en un auténtico fenómeno. Causaban rechazo y pavor, pero también esa extraña atracción hacia lo aberrante, lo repulsivo. Toda la sociedad americana supo en poco tiempo quien eran los Ángeles del Infierno.

En su origen se trataba de una banda de motoristas con espíritu erótico-festivo. El problema es que estos legítimos pasatiempos incluían escándalos, violencia y terror. Desde gamberretes a criminales, su innato carácter conflictivo se convirtió en un filón para los medios de comunicación, que se encargaron de difundir, amplificar y magnificar sus actos hasta convertirlos en hordas de hunos psicopáticas que aterrorizaban a los pacíficos pueblos californianos. Que llevaran abalorios como cruces gamadas y emblemas con simbologías hirientes tampoco ayudaron demasiado…

                «Las alas rojas indicaban que el portador había practicado un cunnilingus con una mujer menstruante; las alas negras indicaban el mismo acto con una mujer negra; las alas marrones, actos homosexuales…»

 Un año en el infierno

Durante un año el periodista Hunter S. Thompson acompañó a los Ángeles en todas sus tropelías y realizó un reportaje que a la postre se convertiría en libro, cuyo título encabeza esta entrada. Creador del periodismo gonzo, en el que el reportero se involucra de tal manera en la acción que pasa a ser el centro de la misma, también escribió la aclamada Miedo y asco en Las Vegas, en la que describe su delirante “viaje” a través del alcohol, la mescalina, el peyote y todo tipo de sustancias prohibidas.

 Corre la leyenda de que Thompson se infiltró en Los Ángeles y que, cuando lo descubrieron, le zurraron. No fue exactamente así. Al final le pegaron una paliza, sí, pero fue porque los Ángeles pensaban que se estaba aprovechando de ellos para enriquecerse. Que era periodista lo sabía el mismo líder de los Ángeles:  

-¿Qué andas haciendo ahora? -preguntó Barger-. ¿Estás escribiendo algo más?
-Sí -dije-. Un libro.
Se encogió de hombros.
-Bueno, no pedimos más que la verdad.

 Por lo visto, al final los Ángeles le pidieron algo más que eso y Thompson acabó en el hospital…

 Mañana, la segunda parte de Los Ángeles del Infierno. Una extraña y terrible saga.

Written by @robertlozano_

30 marzo, 2010 at 7:56 AM

Publicado en Literatura

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